13 mayo 2008

 

Ha muerto una justa entre las naciones.

Mi buen amigo Rubén me recuerda que Varsovia ha homenajeado a Irena Sendler, la mujer que durante la II Guerra Mundial salvó la vida de 2.500 niños judíos, a los que sacó en secreto del Gueto a riesgo de su propia vida. El homenaje se realizó frente al monumento a los héroes del Holocausto, donde se plantaron dos manzanos, con los que se recuerda el árbol bajo el que Sendler escondió botes de cristal con los nombres de los 2.500 pequeños rescatados, sus nuevas identidades falsas y las familias católicas de acogida. Con ello, los niños pudieron salvarse de la muerte segura que les esperaba en el Guetto o en los campos de concentración nazis.

Irena Sendler, una de las grandes heroínas polacas de la Segunda Guerra Mundial por haber salvado a 2.500 niños judíos sacándolos a escondidas del gueto de Varsovia a riesgo de su propia vida, murió este lunes a los 98 años de edad.

Nacida el 15 de febrero de 1910, Irena Sendler fue una desconocida durante mucho tiempo para los polacos. Hubo que esperar a marzo de 2007 para que Polonia le rindiese un homenaje solemne y su nombre fuese propuesto para el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, el memorial israelí del Holocausto, el Yad Vashem, le entregó en 1965 el título de Justo entre las Naciones, reservado a los no judíos que salvaron a judíos, unos 22.000 que se conozca hasta ahora.

Desde el otoño de 1940, Irena Sendler puso en peligro su vida llevando comida, ropa y medicamentos a los habitantes del gueto de Varsovia, donde los nazis hacinaron en 4,2 kilómetros cuadrados a 450.000 personas. Muchas de ellos murieron de hambre o de enfermedad. Las restantes acabaron en el campo de exterminio de Treblinka.

A finales del verano de 1942, la joven se sumó al movimiento de resistencia Zegota (Consejo de Ayuda a los Judíos). Entonces empezó a hacer salir clandestinamente a niños del gueto a los que buscaba cobijo en familias católicas o conventos.

Fue arrestada en su casa el 20 de octubre de 1943. En las torturas que sufrió en el cuartel general de la Gestapo, los nazis le rompieron pies y piernas. Pero no habló. La condenaron a muerte pero cuando la conducían a la ejecución fue milagrosamente salvada por un oficial alemán a quien la resistencia polaca logró corromper. Sendler continuó con su lucha clandestina bajo una nueva identidad hasta el final de la guerra. Luego, trabajó como supervisora de orfanatos y asilos en su país.

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