30 junio 2007

 

Paz por paz.

Sarah Honig, critica la errónea política de entregar territorios por paz, que han llevado a cabo los primeros ministros israelíes, Rabin, Barak y Sharon.

En sus días de joven, Ezer Weizman estaba acostumbrado a repetir ante la más ligera provocación la afirmación del Profeta Samuel de que "lo eterno de Israel no será engañado", pero a continuación siempre lo acompañaba de: "y los árabes no nos decepcionan". Hasta la fecha, una vez tras otra increíblemente, en la práctica nos desbancaron. Yasser Arafat, injusta crítica a un lado, ciertamente nos rescató de los escombros de Ehud Barak. Concibiendo la calamidad segura si el hampón de la OLP hubiera aceptado el acuerdo que Barak y Bill Clinton le pusieron en bandeja en la cumbre de Camp David del 2000.

Si Arafat se hubiera aprovechado de la demencial generosidad de Barak - en lugar de enfadarse violentamente y lanzar su sangrienta Segunda Intifada - habría estado en posesión, además de Gaza, de todo Judea y Samaria, bloques de asentamientos incluidos, así como de Jerusalén este y el Monte del Templo (a excepción de las definidas con alfileres "capas subterráneas" del mismo, según la fraudulenta invención de Barak). Tras la salida de Arafat del gran cargo terrorista entre los vivos, su cohorte de la OLP habría heredado su feudo.

La devastación que los Kassams de Kalkilya podrían causar desafía la imaginación. Basta notar que el espacio que separa Kalkilya del Mediterráneo tiene la longitud de Israel, y que esta delgada franja está llena de hileras de ciudades - Kfar Saba, Ra´anana y Herzliya - en ese orden, sin vacíos entre ellas. Es un único distrito urbano, que se extiende ante los ojos de nuestros enemigos y que es permanentemente vulnerable a sus ataques. Y quien quiera que alcance Kfar Saba puede alcanzar Tel Aviv con bastante facilidad. Aquellos que dudan retroactivamente de si valió la pena ganar la Guerra de los Seis Días omiten mencionar que durante dicha guerra, un antiguo cañón jordano de artillería pesada de la Segunda Guerra Mundial disparó desde una colina en las afueras de Kalkilya y alcanzó un edificio de apartamentos en Kikar Masaryk, el centro de Tel Aviv. El único motivo de que tales actos y peores no se repitan hoy es la continua presencia israelí en las zonas que Barak habría puesto más allá de la supervisión israelí. Afortunadamente Arafat rechazó hace siete años la inconcebible generosidad de Barak. Barak propuso literalmente llegar a un pelo de destruir el potencial de autopreservación de Israel.

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