28 julio 2006

 

Todos nuestros hijos. Sima Kadmon. Yedioth Aharonoth.

Nueve soldados son un precio terrible, pero no murieron en vano.

Cientos de katushyas han caído sobre el Norte de Israel en las últimas dos semanas. Ha habido varios muertos, cientos de heridos, incluyendo mujeres y niños. Pero nada logró abrirnos los ojos a la realidad corriente como la batalla del miércoles en Bint Jbeil. Un día logró hacer lo que 14 días no pudieron hacer: Nos convenció, finalmente, que estamos en guerra.

Esta es la forma de ser de este loco país. Estamos preparados para asumir cientos de muertes en accidentes de tráfico cada año, docenas de muertes causadas por terroristas suicidas, innecesarias muertes por estúpidos accidentes de tren.

¿Pero cuándo las víctimas son soldados? Esto es una historia diferente. Podemos sobrellevar muertes de civiles, pero cuando los chicos que hay sobre las camillas visten verde oliva, el corazón nos da un vuelco. Y cuando nueve soldados no vuelven de una operación, simplemente se hace añicos.

No es difícil de entender el fenómeno. Todos nosotros hemos tenido, tenemos o tendremos a nuestros hijos en el ejército. ¿Quién no puede identificarse con los crecientes miedos, preocupándonos por ellos? Cada soldado herido es nuestro hijo. Qué fácil es identificarse con las horrorizadas madres que están de pie en los vestíbulos del hospital, con los padres cuyos ojos están enrojecidos de preocupación y falta de sueño.

Estos soldados. Ellos van con caras de niños, cabeza erguida hacia la batalla, llenos de entusiasmo e inocencia. Que asustadizos, para seguir los acontecimientos, para intentar descifrar la jerga de la IDF: "Duras batallas". "Lucha encarnizada". ¿Cuál es la diferencia entre el dañado y herido?. Las horas hacen tictac despacio al esperar el aviso.

Esto es un mundo de contraposiciones. Los civiles queremos proteger a nuestros jóvenes soldados, luchar las guerras por ellos, poner nuestras vidas en el frente por ellos.

En años recientes esto es exactamente lo que ha pasado. Durante la intifada, montar en el autobús, salir a cenar y permanecer de pie en una esquina en la calle eran expediciones que ponían en peligro la vida, sufrimos muchas más muertes de civiles que de soldados.

Tendemos a olvidar el enorme número de bebés, niños, mujeres y ancianos que fueron asesinados en años recientes. Tendemos a olvidar a los niños que fueron asesinados el otro día por katyushas. Queremos olvidar un principio básico: El ejército está allí para protegernos. No al revés.

La pérdida de nueve soldados es terrible. El corazón se rompe por estas vidas jóvenes. Pero si podemos interiorizar el hecho que estamos en guerra, no "un intercambio de fuego", no "una operación", no "una batalla", podemos resignarnos al coste.

Durante la Guerra de Yom Kippur, cientos de soldados morían a diario. Entonces, Israel enterró a miles de sus hijos. Esta guerra no es menos necesaria; no está menos justificada, y nos ha sido impuesta como aquella guerra.

Con esto en mente, nuestros jóvenes soldados no han muerto en vano. Quizás haya algún consuelo en esto.

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